sábado, 10 de diciembre de 2016

El silencio de la Iglesia.


 
El silencio de la Iglesia.
El silencio de la Iglesia ante la corrupción es también una forma de complicidad implícita. ¿Tendremos que esperar a un nuevo Cristo para que eche del templo de la Democracia a latigazos a los fariseos?
La Iglesia de Jesús no es el Reino, pero ha de estar al servicio del Reino, aunque con cierta frecuencia se le olvida… Ella debe actualizar, de un modo imaginativo y creador el programa de Jesús... teniendo en cuenta su elementos personales y sociales, económicos y políticos...
Pero esta Iglesia viene guardando un largo silencio de complicidad y miedo o de respeto e ignorancia cristiana ante los partidos de gobierno y los gobiernos.
Sin embargo, ella tendría (y tiene) algo muy importante que decir, apelando a los textos fundacionales del evangelio de Mt 23, 23-24,
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del eneldo y del comino,
‒ pero descuidáis los aspectos de más peso de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Esto es lo que había que practicar, aunque sin descuidar aquello.
‒ ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello! (Mt 23, 23).
Esos valores de los que, según el evangelio, debería hablar la Iglesia (justicia, misericordia, fiabilidad)
 
Y como dijo el Señor: “Como jaula llena de pájaros, así están sus casas llenas de engaño; así se hicieron grandes y ricos. Se engordaron y se pusieron lustrosos, y sobrepasaron los hechos del malo; no juzgaron la causa, la causa del huérfano; con todo, se hicieron prósperos, y la causa de los pobres no juzgaron. ¿No castigaré esto? dice Jehová; ¿y de tal gente no se vengará mi alma? Cosa espantosa y fea es hecha en la tierra; los profetas profetizaron mentira, y los sacerdotes dirigían por manos de ellos; y mi pueblo así lo quiso. ¿Qué, pues, haréis cuando llegue el fin?”(Jeremías 5: 27-31)
Con ellos no se trata de defender iglesias/edificios, ni posibles privilegios sociales, ni siquiera de la fe confesional (del credo) ni de los sacramentos, sino de algo anterior: de la vida humana, que sólo tiene sentido si hay justicia, misericordia y fidelidad/fiabilidad.
La Iglesia representa ante el mundo lo más genuino y limpio del misterio del ser humano. Representa la esperanza, la vida, la misericordia entrañable de Dios... Sin embargo, a lo largo del tiempo, la Iglesia-institución se las tiene que ver con las dificultades propias de un colectivo que trata de permanecer fiel a su legado y encuentra muchos obstáculos en el camino.
Nadie es neutral ante el poder, como tampoco lo es ante la sexualidad. Tratamos de poseerlo, y nos posee. Con el poder estamos necesariamente implicados; de ahí su ambigüedad.
Necesitamos educarnos en el ejercicio del poder, porque, según cómo lo usemos, puede destruir o puede liberar y dignificar a los humanos.
En el Día del Juicio, muchas personas van a ser acusadas por malgastar lo que fue designado para una causa caritativa.
¿cómo expresamos en nuestras vidas quién Jesús es y como es él?
El Espíritu Santo estableció este estándar de juicio después del Pentecostés, conforme Cristo establecía su iglesia. Roma estaba en el poder entonces. El espíritu de aquel imperio era uno de orgullo, arrogancia y materialismo. Roma rechazaba al oprimido, incluyendo a las viudas, los huérfanos y los pobres. Desde el Eufrates hasta el Atlántico, grandes monumentos conmemoraban las victorias militares de Roma. Palacios fueron construídos para los héroes de guerras del imperio. Pero en ninguna parte había una casa o institución para los pobres o desamparados. Por ninguna parte del imperio había indicio alguno de la preocupación por los pobres.
Este espíritu de orgullo y codicia también impregnó al reino judío. Los líderes religiosos de Israel estaban empeñados en la adquisición de riquezas y propiedades. Los fariseos usaron trampas legales para robar las casas de las viudas. Mientras tanto, los huérfanos fueron abandonados, y los desamparados eran abusados. Los trabajadores de clase inferior fueron engañados de sus salarios. Les decían que ellos merecían ser pobres, que Dios les estaba castigando por sus pecados. Por todo Israel, la actitud predominante era, “Sálvese quien pueda.” Pasaban la vida acumulando, deseando, queriendo más y nunca tenían suficiente.

En medio de esta sociedad codiciosa, egocéntrica, y materialista, Cristo derramó su Espíritu sobre un remanente santo. De repente, vientos poderosos soplaron, edificios se sacudieron, y apareció fuego sobrenatural. Cristianos incultos comenzaron a hablar en idiomas que ellos nunca aprendieron. Y los apóstoles de Jesús predicaron el evangelio de condenación con poder. En los días que siguieron, la iglesia adorada, alababa y se movía en con poder sobrenatural: “…los que recibieron su palabra, fueron bautizados…y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, y en el partimiento del pan, y en las oraciones. Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles” (Hechos 2:41-43).


La población de Jerusalén estuvo asombrada por lo que vieron. Ellos preguntaron, “¿Qué significan todas estas cosas?” Era el Espíritu Santo dándoles poder a la gente de Dios para testificar a Cristo al mundo. Estos creyentes eran ahora sus epístolas vivientes. Su poder les permitió vivir de tal modo que ellos con audacia podrían declarar, “Esto es quién Jesús es. Nuestras vidas son un testimonio de la naturaleza y el amor de Dios.”
 
 

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