viernes, 6 de mayo de 2016

D. Luis Ángel:Un obispo misionero Para Mondoñedo Ferrol


 

"Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.…"Marcos 16:15

 
Preciosas sus palabras D. Luis Angel, en una de la entrevistas en la prensa: “Tenemos un tesoro precioso que hemos de valorar y saber comunicar para que muchos puedan conocerlo y les sirva en sus vidas como nos configura a los cristianos. Tesoro de vida, de amor, de alegría.”
A veces, el bienestar y el progreso pueden hacernos sentir autosuficientes. Entonces, nos parece que no hace falta buscar otras cosas más elevadas, algo que sobrepase  la vista de lo que tenemos enfrente cuando miramos desde arriba: sentimos que ya no hace falta la fe.
Pero el progreso moderno y el frenético mundo del dinamismo, de la creatividad  y del trabajo, para seguir siendo humanos, necesitan ser iluminados por la fe, necesitan de aquella luz y aquella fuerza que vienen de Dios.
En los momentos más trágicos de la existencia, la verdadera fuerza que ayuda a no deprimirse es la oración, invocación de la ayuda de Dios y al mismo tiempo recurso a aquella luz, aquel consuelo, aquellas energías que pueden llegar solo de nuestra fe en Dios.
Un padre y una madre podemos dejar poco en herencia a nuestros hijos, pero si les dejamos el don de la fe les transmitiremos el bien más valioso del que disponemos en esta tierra: la luz que ilumina el camino, dando sentido y valor a nuestras obras.


Encontrar uvas en el desierto puede ser más valioso que encontrar oro en la ciudad. Así fue, en algunos momentos, el pueblo de Dios para quienes se encontraban con él.


“Como uvas en el desierto hallé a Israel” Os. 9:10
 Hemos de ser conscientes de que este mundo, tristemente, se puede comparar muchas veces con un desierto. ¿Qué seremos nosotros como cristianos para aquellos con los que nos encontremos? Ojalá que seamos como uvas revitalizantes.
 
Yo estoy preocupado igual que usted  por las ovejas alejadas, por las que no conocen a Dios. Como oveja de su rebaño le propongo, que deje a las 99 , que están seguras y salga corriendo a buscar a la que está perdida, a la que anda por ahí creyendo que Dios está en los ídolos del dinero, el trabajo, el poder, el prestigio o el “porque siempre se ha hecho así..." También podría ayudarnos y darnos pistas a las ovejas para que, con misericordia infinita, sepamos acoger a la pérdida, a la preferida de Dios, a la que sufre, de forma que nunca condenemos a los que viven de forma diferente, en las periferias. Jesús Vivió y murió como mesías de frontera, mediador entre la “buena sociedad” (que lo acabó matando) y los marginados o peligrosos de esa sociedad (con los que murió crucificado). Por eso, su memoria, celebrada por la Iglesia, resulta inseparable del recuerdo de su conflicto social que aun hoy perdura.
Entusiásmenos con esta Iglesia fundada por el Señor, santa y pecadora, perfecta y siempre necesitada de conversión.
Ayúdenos, Monseñor, a celebrar, el Misterio Salvífico con profundidad cristológica que nutra nuestra hambre de comunión con Cristo y que nuestras liturgias eclesiales, dignas, bien hechas y participadas nos empujen a amar a los pobres, a estar cercanos y comprometidos con el mundo actual, Con los marginados y marginales, a los enfermos, a los ancianos que viven solos y a todos aquellos que están alejados de la Iglesia y necesitados de una palabra y un gesto de amor, de perdón y de esperanza.

D. Luis, ayúdennos  a seguir soñando y forjando la Iglesia que quiso el Señor Jesús. Jesús inició un mensaje y camino de liberación al servicio de unos marginados que eran como los actuales: prostitutas, compradas y vendidas por comercio sexual; publicanos, manipulados por cuestión económica; niños sin familia, militares colaboradores de Roma, extranjeros rechazados por los judíos puros… Entre ellos se mantuvo, por ellos ofreció su Palabra.
 Desde hoy oraré con más cariño por su tarea pastoral, con el deseo de que unos y otros aprovechemos las dificultades para crecer. Dejando fluir la positividad, la bondad y el espíritu conciliador de Jesús que nos impulsa a aportar cada uno lo mejor que tengamos para construir esta familia de los hijos de Dios.

José Carlos Enríquez Díaz

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