sábado, 31 de mayo de 2014

Si alguno anhela obispado buena cosa desea


Recomiendo el artículo de D. Manuel Sanchez Monge a todos mis lectores.

Necesitamos nuevos seminaristas

Mons. Sánchez arenga a la comunidad diocesana, en especial a las familias y a los jóvenes, para que fomenten y descubran el valor del sacerdocio como opción de vida

"La concupiscencia de la carne revela la soledad del alma."
Dag Hammarskjold, el antiguo Secretario General de las Naciones Unidas, escribió esas palabras, que iluminan parte de una intencionalidad más profunda del deseo sexual. Y esta intuición fue más que una simple teoría para Hammarskjold. Él conoció la soledad y el deseo no realizado.

Según se van publicando más y más en inglés sus diarios, llegamos a estar más convencidos de que Dag Hammarskjold era a la vez un hombre de extraordinaria integridad moral y extraordinaria profundidad espiritual. Y lo obtuvo legítimamente. Su padre, antaño Primer Ministro de Suecia, había sido un gran hombre de estado de inflexible integridad, y su madre había sido una mujer de gran fervor y profundidad espiritual. Hammarskjold heredó lo mejor de ambos, y eso hizo de él un sorprendente hombre de estado y un gran escritor espiritual. Sin embargo, no todo fue perfecto en su vida.

Mientras en su vida profesional se ocupó de asuntos de importancia mundial y en esto empeñó todas sus energías, el resto de su vida no fue tan completo. Cuando joven, había perdido a una mujer, a la que amaba profundamente, por otro hombre, y esto fue una herida que nunca lo abandonó. Nunca programó ni buscó el matrimonio de nuevo. Anheló estar casado, pero, por toda clase de razones -como sucede a millones de personas- nunca llegó a darse. Fue, en palabras de su biógrafo, Walter Lipsey, “derrotado, más bien que casado”.
Hammrskjold, en sus diarios, reflexiona con frecuencia sobre su “derrota” y el hueco que eso dejó en su vida. Hay una secante honestidad sobre su dolor y sobre el modo como trata de pelear con él. Por una parte, tiene claro que eso es un dolor que no se puede negar y que nunca se va; por otra parte, es capaz de redirigirlo de alguna manera, sublimándolo en un abrazo más amplio, en diferente clase de cama de matrimonio.

“Siento dolor, un ansia de compartir este abrazo (de esposo y esposa), de ser absorbido, de tener parte en este encuentro. Un ansia como deseo carnal, pero dirigido hacia la tierra, el agua, el cielo, y vuelto por el susurro de los árboles, la fragancia de la tierra, la caricia del viento, el abrazo del agua y la luz”. ¿Era esto satisfactorio? No del todo, pero traía cierta paz: “¿Contento? No, no, no; pero sí confortado, descansado, mientras quedo a la espera”.

En esto, en cómo experimentó el dolor de su inconsumación y en cómo trató de redirigir esas ansias, sus sentimientos corren parejos con los de Thomas Merton. A Merton le preguntó una vez un periodista cómo se sentía con el celibato. Merton replicó que “el celibato era el infierno”, que condenaba a uno a vivir en una soledad que el mismo Dios condenaba (“No es bueno que el hombre esté solo”), y que, de hecho, era un camino peligroso de vivir, ya que era un modo anormal de vida.

Pero Merton siguió diciendo que, al indicar que era anómalo y peligroso, no quería decir que no pudiera ser maravillosamente fecundo y dador de vida, tanto para el que lo está viviendo como para los que están junto a él o ella. Y eso fue cierto, sin duda, en el propio caso de Merton, exactamente como fue cierto para Hammarskjold. Ambos infundieron más oxígeno en el planeta.

Además, Merton trató de sublimar su deseo de una cama de matrimonio de la misma manera como lo hizo Hammarskjold. “Yo había decidido casarme con el silencio del bosque. El dulce y oscuro afecto del mundo entero tendrá que ser mi esposa. Fuera del corazón de ese oscuro afecto viene el secreto que se oye sólo en el silencio, pero es la raíz de todos los secretos que son susurrados por todos los amantes en sus lechos a lo largo del mundo entero”.

Hammarskjold y Merton ansiaban ese profundo, altamente individualizado e íntimo abrazo sexual “uno a uno” que les fue negado por el puesto que ocuparon en la vida y que es negado a millones de nosotros por toda suerte de circunstancias y llamamientos. Merton escogió deliberadamente renunciar a la consumación sexual, para abrazar los votos religiosos; Hammarskjold lo había escogido para sí debido a las circunstancias. Al fin y al cabo, el efecto fue el mismo. Después, ambos trataron de sublimar esa necesidad y deseo de la intimidad congenital -son sus mismas palabras- desposándose de alguna manera con el mundo y haciendo el amor de una manera menos particularizada.

Sospecho que muchas personas casadas que gozan de esa única profundidad de la intimidad “uno a uno” por la que Hammarskjold y Merton ansiaron, deben de ansiar también en primer grado encontrar en su intimidad sexual ese abrazo más amplio del que nos hablan Hammarskjold y Merton, sabiendo que ellos desean eso también en su abrazo sexual.

Los pensadores siempre han meditado sobre el problema de uno y de muchos, la interrelación de lo particular y lo universal, porque esto no es precisamente una cuestión teórica de metafísica, algo para entretener a los filósofos; es algo que subyace implicado intrincadamente en el poderoso ímpetu de la sexualidad de los amantes en sus camas del mundo entero.

No está de más recordar unas palabras de Juan Pablo II:
"Para una adecuada vida espiritual del sacerdote es preciso que el celibato sea considerado y vivido no como un elemento aislado o puramente negativo, sino como un aspecto de una orientación positiva, específica y característica del sacerdote: él, dejando padre y madre, sigue a Jesús, buen Pastor, en una comunión apostólica, al servicio del Pueblo de Dios. Por tanto, el celibato ha de ser acogido con libre y amorosa decisión, que debe ser continuamente renovada, como don inestimable de Dios, como «estímulo de la caridad pastoral»,(79) como participación singular en la paternidad de Dios y en la fecundidad de la Iglesia, como testimonio ante el mundo del Reino escatológico. Para vivir todas las exigencias morales, pastorales y espirituales del celibato sacerdotal es absolutamente necesaria la oración humilde y confiada, como nos recuerda el Concilio: «Cuanto más imposible se considera por no pocos hombres la perfecta continencia en el mundo de hoy, tanto más humilde y perseverantemente pedirán los presbíteros, a una con la Iglesia, la gracia de la fidelidad, que nunca se niega a los que la piden, empleando, al mismo tiempo, todos los medios sobrenaturales y naturales, que están al alcance de todos».(80) Será la oración, unida a los Sacramentos de la Iglesia y al esfuerzo ascético, los que infundan esperanza en las dificultades, perdón en las faltas, confianza y ánimo en el volver a comenzar".

Pastores dabo vobis, 29.
 Si tienes intención de entregarte por completo a Cristo, ¡debes estar preparado para llevar su reproche! Por ti yo he sufrido insultos; mi rostro se ha cubierto de ignominia. Soy como un extraño para mis hermanos; soy un extranjero para los hijos de mi madre. El celo por tu casa me consume; sobre mí han recaído los insultos de tus detractores. (Salmo 69:7-9). Esto se refiere primordialmente al sufrimiento de Cristo – ¡pero cómo él era en este mundo, así somos nosotros! Si lo persiguieron y lo reprocharon, harán lo mismo con todo aquél que muere a sí mismo. ¿Quién reprochó a Cristo? ¿Quién amontonó vergenza sobre su cabeza y echaron fuera su nombre como si fuera inmundo? ¡La iglesia centrada en el hombre!

La recompensa de entregarse por completo.

¿Cuál es la recompensa? ¡Tener a Cristo de tu parte! Existen muchos otros premios por entregarse por completo, pero menciono solo éste porque es todo lo que necesitaremos. Pablo fue encarcelado en un castillo en Jerusalén con todo el sistema religioso deseando matarlo. La iglesia estaba escandalizada. Él fue acusado de contaminar el lugar santo, de predicar falsa doctrina. Hasta los soldados temían que Pablo fuera hecho pedazos; así que lo llevaron a la fuerza y lo encarcelaron en un castillo. Y la noche siguiente, presentándosele el Señor, le dijo: Animo, Pablo; que como has testificado de mí en Jerusalén, así es menester testifiques también en Roma. (Hechos 23:11).
El Señor mismo le habló a Pablo – ¡no un ángel! ¡Y qué palabra: Animo! ¡Viene más! ¡Pero tú puedes enfrentar cualquier cosa y a cualquiera si sabes que el Señor está a tu lado!

La primera cosa que señala Pablo a Timoteo es que la iglesia se edifica por el amor. “Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida” (1 Tim. 1:5). Pablo está diciendo: “Timoteo, cuidado con todas las palabrerías y las enseñanzas que engendran disputas y no realizan el plan de Dios; no es la edificación de Dios”. Pablo es también quien dice: “El conocimiento envanece, pero el amor edifica” (1 Co. 8:1).

La segunda cosa que Pablo señala aquí que edifica a la iglesia y no sólo que edifica a la iglesia, sino que necesitamos también en nuestra responsabilidad ante el mundo, es lo que está en el capítulo 2: “Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres…” y así sigue hablando de cómo hemos de orar por los reyes, por los que están en eminencia.
En el versículo 8 dice: “Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda”. Hermanos, la iglesia se edifica por la oración. ¿Qué es la oración? Es el testimonio más elocuente de nuestra incapacidad, de nuestra debilidad.

Tercera cosa. Encuentro después de leer esta epístola algo muy importante: La iglesia se edifica por el ejemplo, por el buen ejemplo. Jesús era ejemplo de todo lo que enseñaba. Él podía decir a sus discípulos: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón … que os améis los unos a los otros como yo os he amado”. Hermanos, la iglesia se edifica por el ejemplo.
En el capítulo 3, Pablo le dice a Timoteo: “Si alguno anhela obispado, buena obra desea, pero es necesario que el obispo sea –en otras palabras, en síntesis– un ejemplo de la grey”. Es lo que Pedro dice en su primera epístola, en el capítulo 5. La iglesia se edifica por modelos. Los que estamos al frente, y todos los que tenemos alguna responsabilidad, y todos los que tenemos que enseñar a otros. La forma de edificar a la iglesia es a través del ejemplo.

Cuarto: Pablo, vez tras vez, habla aquí de la sana doctrina. Y en el capítulo 4 dice: “Si esto enseñas a los hermanos, serás buen ministro de Jesucristo, nutrido con las palabras de la fe y de la buena doctrina que has seguido … Desecha las fábulas profanas y de viejas. Ejercítate para la piedad … Palabra fiel es esta, y digna de ser recibida por todos … Esto manda y enseña … Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza … No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio … Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren”.

Quinto: La iglesia se edifica por autoridad. Hebreos dice: “Obedeced a vuestros pastores, porque ellos velan por vuestras almas”. Mira otra expresión: “A los que persisten en pecar, repréndelos delante de todos para que los demás también teman. Reprender delante de todos, sí, ¿a quién? No al que peca una vez o al que peca dos veces. Puedes amonestarle en privado. Pero el que persiste en pecar, quiere seguir pecando, repréndele delante de todos”.
Ahora, en el ejercicio de la autoridad no puede haber prejuicios. Como dice: “Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo y de sus ángeles escogidos, que guardes estas cosas sin prejuicio, no haciendo nada con parcialidad. No impongas con ligereza las manos a ninguno, ni participes en pecados ajenos. Consérvate puro”. En el uso de la autoridad no tiene que haber abuso, ni prejuicio, ni parcialidad, no tiene que haber apuro.

sábado, 24 de mayo de 2014

Xaquin Campo Freire y la política




Más de un centenar de personas se concentran en Ferrol «contra a represión sindical»

Convocados por los sindicatos CCOO, UGT, CIG y USTG ante el edificio administrativo de la Xunta de Galicia, fueron más de un centenar las personas que desde las 12 del mediodía de este jueves acudieron a un acto celebrado conjuntamente en todas las ciudades gallegas.
El encargado de leer el documento de protesta elaborado por los cuatro sindicatos fue Xaquín Campo Freire, miembro del Observatorio para a Defensa dos Dereitos e Liberdades (ESCULCA).

Campo Freire alertó de una «criminalización da resposta social» por parte del Gobierno, que utiliza la «represión» contra todas aquellas personas que se manifiestan en desacuerdo con sus políticas.

http://www.ferrol360.es/mas-de-un-centenar-de-personas-se-concentran-en-ferrol-contra-a-represion-sindical/

Señor Campo Freire: para acabar con la fe de las personas muchos curas nacionalistas introducen la lucha de clases en el seno de la Iglesia obran disolviendo, forman focos de división entre los fieles, pero sobre todo en los ambientes eclesiásticos y religiosos. Dividen a los obispos en dos bloques: los integristas y los progresistas.
Revelan a sus fieles contra los obispos con miles de pretextos. Atacan de frente a la iglesia como combatiendo, para su bien, sus estructuras anticuadas y los abusos que la desfiguran. Con hábiles golpes forman en los ambientes eclesiásticos núcleos insatisfechos para atraerles poco a poco al clima fecundo de la lucha de clases. Adaptan lenta y pacientemente, la infiltración de nuevos contenidos en las ideas tradicionales. Se trata no de liquidar, en un primer momento a la Iglesia, si no de ponerla en el dique seco, incorporándola al servicio de sus ideas nacionalistas. El resto vendrá después”.

Estos autoproclamados defensores del débil. En dos versiones, la más honesta es la que quiere su desaparición pura y simple. Odian a la Iglesia y cualquier pretexto, como el del débil, les vale. La otra es más hipócrita, no quieren la desaparición de la Iglesia sino otra mangoneada por ellos. Por ese minúsculo grupo de sacerdotes, exsacerdotes, religiosos y laicos, más alguna monja desnortada, que no se parecería nada a la católica y que no sobreviviría ni un par de años.
Fe cristiana es fe en Cristo o tal como Cristo la enseña y practica.
La fe que tenían los rudos pescadores de Galilea era cristiana, o sea en Cristo y tal como Cristo la enseñaba y practicaba. Y sentían regusto en esa fe: «Auméntanos la fe» (Lc 17,5), pidieron un día a Jesús.

Cuando don Miguel de Unamuno —hombre profundamente religioso, aunque no católico— paseaba en Salamanca con sus amigos dominicos, les decía: "Con vuestro racionalismo abstracto, habéis agotado la fe".

Pero, ¿cuántos se alejan de la iglesia y abandonan su fe en Cristo, por causa del mal testimonio?
 Sr Campo Freire  le recuerdo lo que dice el Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros

 Compromiso político y social

44. El sacerdote estará por encima de toda parcialidad política, pues es servidor de la Iglesia: no olvidemos que la Esposa de Cristo, por su universalidad y catolicidad, no puede atarse a las contingencias históricas. No puede tomar parte activa en partidos políticos o en la conducción de asociaciones sindicales, a menos que, según el juicio de la autoridad eclesiástica competente, así lo requieran la defensa de los derechos de la Iglesia y la promoción del bien común[180]. Las actividades políticas y sindicales son cosas en sí mismas buenas, pero son ajenas al estado clerical, ya que pueden constituir un grave peligro de ruptura de la comunión eclesial[181].

Como Jesús (cfr. Jn 6, 15 ss.), el presbítero «debe renunciar a empeñarse en formas de política activa, sobre todo cuando es partidista, como sucede casi inevitablemente, para seguir siendo el hombre de todos en clave de fraternidad espiritual»[182]. Todo fiel debe poder siempre acudir al sacerdote, sin sentirse excluido por ninguna razón.

El presbítero recordará que «no corresponde a los Pastores de la Iglesia intervenir directamente en la acción política ni en la organización social. Esta tarea, de hecho, es parte de la vocación de los fieles laicos, quienes actúan por su propia iniciativa junto con sus conciudadanos»[183]. Además, siguiendo los criterios del Magisterio, el presbítero ha de empeñarse «en el esfuerzo por formar rectamente la conciencia de los fieles laicos»[184]. El sacerdote tiene, pues, una responsabilidad particular de explicar, promover y, si fuese necesario, defender —siguiendo siempre las directrices del derecho y del Magisterio de la Iglesia— las verdades religiosas y morales, también frente a la opinión pública e incluso, si posee la necesaria preparación específica, en el amplio campo de los medios de comunicación de masa. En una cultura cada vez más secularizada, en la cual a menudo se olvida la religión y se la considera irrelevante o ilegítima en el debate social, o como mucho se la confina sólo en la intimidad de las conciencias, el sacerdote está llamado a sostener el significado público y comunitario de la fe cristiana, transmitiéndola de modo claro y convincente, en toda ocasión, en el momento oportuno y no oportuno (2 Tim 4, 2), y teniendo en cuenta el patrimonio de enseñanzas que constituye la Doctrina Social de la Iglesia. El Compendio de la doctrina social de la Iglesia es un instrumento eficaz, que lo ayudará a presentar estas enseñanzas sociales y a mostrar su riqueza en el contexto cultural actual.
La reducción de su misión a tareas temporales, puramente sociales o políticas, en todo caso, ajenas a su propia identidad, no es una conquista sino una gravísima pérdida para la fecundidad evangélica de toda la Iglesia.

El sacerdote o clérigo que pretenda participar activamente de la vida política, en cierto sentido traiciona su peculiar vocación, puesto que “ellos no son del mundo, según la palabra del Señor, nuestro Maestro” (Decreto Presbyterorum Ordinis, n. 17). Los sacerdotes “son promovidos para servir a Cristo Maestro, Sacerdote y Rey”, (Ibidem, n. 1), y su misión principal consiste en ofrecer el sacrificio y perdonar los pecados y desempeñar públicamente, en nombre de Cristo, la función sacerdotal en favor de los hombres (cfr. Ibidem, n. 2). Los sacerdotes sirven al pueblo cristiano desempeñando sus funciones ministeriales del mejor modo posible; el pueblo necesita sacerdotes entregados a sus funciones, no sacerdotes que intenten ocupar el espacio de los laicos. “Por esto consagra Dios a los presbíteros, por ministerio de los Obispos, para que participando de una forma especial del Sacerdocio de Cristo, en la celebración de las cosas sagradas, obren como ministros” de Cristo (Ibidem, 5). El pueblo cristiano necesita sacerdotes santos, que ofrezcan el sacrificio de Cristo en plena unión con su maestro.

domingo, 4 de mayo de 2014

Felicitaciones a D.Manuel Sanchez Monge




El Obispo de Mondoñedo quiere convertir casas rectorales en viviendas.


Me parece un gesto coherente de D. Manuel y le pido a Dios que se siga por este camino.

La única guerra justa, como decía el arzobispo Helder Camara en el Concilio Vaticano II, es la guerra contra el hambre y la pobreza.

Monseñor Sanchez Monge afirmaba hace unos meses que la caridad es acoger el amor de Dios y está siendo coherente con su mensaje. En su página de Weeb de la diócesis afirma lo siguiente: “El ejercicio de la caridad de cada uno y de nuestras comunidades debe nacer de la escucha de la voz de Dios en los últimos, de contemplar la faz del Señor en los rostros doloridos de los pobres. No se trata de seguir nuestras personales intuiciones y mucho menos de imponer a los pobres nuestros servicios y limosnas.” No solamente lo dice, sino que lo está cumpliendo.

 El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada.
Anunciamos, entonces, con alegría y devoción, que la Victoria sobre el Mal ya ha sido ganada; basta tan sólo encontrar a Cristo, Vivo y Resucitado.

Los cristianos estamos llamados a mirar las miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a realizar obras concretas a fin de aliviarlas porque la miseria no coincide con la pobreza; la miseria es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza.

La iglesia ha de ocuparse de los derechos del pueblo… y de la vida que está en riesgo… La iglesia ha de ocuparse de aquellos que no pueden hablar, de aquellos que sufren. Esto no implica dedicarse a la política… Seamos claros. Cuando la iglesia predica la justicia social, la igualdad y la dignidad del pueblo, defendiendo a los que sufren y a los que son amenazados, esto no es subversión, esto no es marxismo; ésta es la verdadera enseñaza de la Iglesia .

Rezo por usted  Monseñor para que sea testigo de la misericordia de Dios en un mundo sin misericordia. No puede haber fe cristiana sin encarnación.

Nuestra fe debe tener como centro la caridad, es decir, la misma vida de Dios que es amor en su realidad más esencial, el amor al prójimo, enraizado en el amor a Dios, es ante todo una tarea para cada fiel, pero lo es también para toda la comunidad eclesial, y esto en todas sus dimensiones: desde la comunidad local a la Iglesia particular, hasta abarcar a la Iglesia universal en su totalidad.
La belleza misma del Evangelio no siempre puede ser adecuadamente manifestada por nosotros, pero hay un signo que no debe faltar jamás: la opción por los últimos, por aquellos que la sociedad descarta y desecha.
Con este paso coherente, se que seguirá usted haciendo frente a ésta y otras preocupaciones sociales graves, como la difícil situación de las familias más necesitadas de nuestra ciudad. ¡Que estos hombres y mujeres sean siempre recibidos por nuestras comunidades católicas , encontrando en ellas corazones y hogares abiertos en su intento de comenzar una nueva vida!.

 Pido a Dios Que en este año redunde en la comunión entre las Iglesias Parroquiales que conforman nuestra diócesis, que impulse proyectos comunes, abra vías de colaboración entre los Agentes de Pastoral y nos mantenga a todos no sólo atentos a los signos de los tiempos, sino también oportunos y tenaces para sostener las iniciativas mediante las cuales el Espíritu Santo apuntala el Anuncio el Evangelio a todo viviente.