miércoles, 5 de junio de 2013

Francisco: "Los alimentos que se tiran a la basura son alimentos que se roban de la mesa del pobre"



"Estamos viviendo un momento de crisis, lo vemos en el ambiente, pero sobre todo en el hombre. El ser humano está en peligro y el peligro es grave porque la causa del problema no es superficial, sino profunda, no es sólo una cuestión de economía, sino de ética y de antropología", afirmó.

Su denuncia fue más allá y con vehemencia agregó: "en el mundo no manda el hombre, el que manda es el dinero. Sin embargo, Dios dio al hombre la obligación de custodiar la tierra, no se la dio al dinero".
En esa línea, el papa argentino añadió que si un hombre muere de frío en una plaza o numerosos niños mueren de hambre "eso entra en la normalidad" y el mundo no se escandaliza, pero que si la bolsa de valores de una ciudad baja diez puntos, "es una tragedia mundial".
Francisco añadió que esa "cultura del desecho, del descarte" se está convirtiendo en "mentalidad común que contagia todos".
"La vida humana, las personas no son vistas ya como el valor primario que hay que respetar y tutelar, sobre todo si son pobres o enfermos, sino todavía no sirven -como el no nacido- o no sirven más, como el anciano".
"Esta cultura del desecho -continuó- nos ha hecho insensible también al derroche alimentario, que es aún más despreciable cuando en todas partes del mundo muchas personas sufren hambre y malnutrición", denunció.


Creo que el rey Nabucodonosor es un retrato del ser humano moderno, que gime: “Tengo poder e influencia. Tengo todas las posesiones materiales que deseo. Pero no tengo paz. Tengo preguntas y necesito escuchar las respuestas. Todos aquellos que dicen que hablan por Dios – intelectuales, personas que pertenecen a denominaciones religiosas, si no pueden contestar al lloro de mi corazón, entonces no tienen razón de existir. No tienen propósito. No sirven para nada a la sociedad.”

En Jeremías 5:1, Dios le suplicó: “Recorred las calles de Jerusalén y mirad ahora, e informaos; buscad en sus plazas a ver si halláis hombre, si hay alguno que haga justicia, que busque verdad; y yo la perdonaré." El Señor decía en esencia: “Seré misericordioso, si puedo encontrar una persona que me busque."

Dios había bendecido y protegido esa gente. Y ellos continuaban cruzando todos los limites de moralidad, cometiendo adulterio y asociándose con rameras. Y peor, no se entristecían por el pecado y no deseaban corrección. Así que Dios, buscó un hombre quebrantado que quisiera interceder. Pero no pudo encontrar ni solo uno.

Ezequiel 23 describe una tragedia similar. Los profetas y sacerdotes de Israel se habían convertido en lobos devoradores. Se hicieron ricos de almas inocentes, robado a los pobres y a las viudas. Profanaron la santidad de Dios, viendo ninguna diferencia entre lo limpio y lo sucio. Cerraron sus ojos al pecado, predicando mentiras y diciendo falsamente: “Así dice el Señor”.

La vida, la cantidad de vida y, principalmente la calidad de vida, está siempre, y ahora más que nunca, en peligro.

La economía actual de producción y consumo, condicionan la ética de la vida y de la convivencia. La ética ecológica y contemplativa, que hermana al hombre con la naturaleza y por medio de esta, a los hombres entre ellos mismos, ha de condicionar la economía. No creo que el liberalismo tenga respuesta ni sea una salida válida a este reto histórico, o sea, que haya unos cuantos más fuertes y opulentos, para que caigan más migajas al suelo, debajo de la mesa donde los pobres Lazaros malvivan y mueran con las sobras avaras y sórdidas del rico Epulón.

No confundamos calidad de vida con sociedad de bienestar.

El cristo redentor ha venido a abrir una brecha a nuestros límites, ha explicado una nueva manera de existencia. Nos enseña el camino: no adoptando otra vida, sino adoptando una cierta calidad de esta vida. Cada uno de nuestros actos, liberadores y creadores, explica el alcance de la obra redentora, de cruz y resurrección. Cristo es viviente cada vez que aportamos alguna cosa nueva a la misma manera de vivir.

La resurrección no es un dogma que haga inútil la creación o nos aliene de la vida social; lleva las entrañas semillas revolucionarias. Concebimos el reino de Dios no como “otro” mundo, en el espacio y en el tiempo, sino como un mundo otro, cambiante y cambiado por nuestro propio esfuerzo. El Apocalipsis (21,1) no dice que la tierra será sustituida por el cielo, sino que vendrán un cielo nuevo y una tierra nueva. No se trata de dar la espalda a la tierra para ir al cielo, ni dejar el tiempo a favor de la eternidad. La escatología no consiste en declarar: “he aquí que todo se acabará”; sino en proclamar: “mañana puedo ser diferente”. La recreación permanente de una vida nueva, de una vida de calidad es un acto esencial del hombre y del creyente.

           


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