lunes, 26 de marzo de 2012

El invierno


EL INVIERNO






Estamos en China. Una familia se encuentra en el interior de su hogar. Es de noche, y todas las manos se extienden hacia el fuego de la chimenea, que lucha contra el frío y la oscuridad de diciembre que rodean la casa. El abuelo, mientras se calientan, comienza a contarles una historia.

Un día como hoy, yo estaba caído dentro de un pozo, hundido en el barro y sin que nadie respondiese a mis gritos. Cada vez tenía más frío, hambre y desesperación. Entonces apareció en el brocal del pozo el rostro de un anciano venerable.

- "Hijo mío", me dijo," estás en un lugar peligroso y desagradable".

- "Es cierto, totalmente cierto, señor ¿no podría ayudarme a salir?", le respondí

- "Tus circunstancias son consecuencia de tus actos. Si hubieses actuado adecuada y sabiamente, nunca habrías llegado a este pozo", fue su contestación, y se marchó.

Me quedé otra vez solo, hasta que oí una voz que venía de fuera del pozo. Era muy tranquila y pausada, y se escuchaba como si estuviese muy, muy lejos.

- "Hijo mío, veo que sufres. Cierra los ojos y olvídate de ti mismo. Descansa en tu interior. No luches, evita cualquier pensamiento que te afecte; y hallarás la verdadera libertad".

La voz se alejó sin que pudiese siquiera contestar. Cuando ya desesperaba de encontrar ayuda alguna, un hombre joven se asomó al pozo, al escuchar mi llanto. Tenía cicatrices en la cara, pero su aspecto era bondadoso. Le grité desesperado: "¡Ayúdame, por favor, que me muero!". Al instante, descendió como pudo hasta donde yo estaba; me sujetó con una cuerda por debajo de los brazos, y me alzó hasta la superficie.

- ¡Ten mucho cuidado, no vuelvas a caerte dentro!, me dijo después, tras darme de su propia comida, calentada en una hoguera como ésta.

El primero que me encontró era Confucio, y el segundo Buda. El tercero es Jesús, mi Salvador, con quien camino desde entonces. El me sigue ayudando cada día de mi vida en los momentos difíciles.


Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros (...)

He aquí el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo
(Juan 1:14, 29)

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