miércoles, 26 de octubre de 2011

Teresa Forcades: una benedictina enredada en el feminismo




No entiendo como una persona consagrada a Dios, religiosa de clausura, pueda decir estas barbaridades, y posicionarse en contra de todos los mandatos de la Iglesia a la que ella se supone que pertenece y al servicio de la cuál se ha consagrado.
Imagino que algún motivo tendrá para hacer estas declaraciones, pero no salgo de mi asombro a imaginarme la cara que habrán puesto tantos católicos, y tantas personas, que perteneciendo a la misma Iglesia que ella, han visto lo que decía, sin cortarse ni un pelo.
Pienso que las autoridades eclesiásticas de su comunidad autónoma deberían tomas cartas en el asunto, porque es mucho el daño que está haciendo.
Os invito a firmar la alerta que desde la página de la Asociación de la Cruz de San Andrés mandan para pedirles que actúen con la mayor celeridad las siguientes autoridades eclesiásticas:

Cuando a un católico le preguntan qué piensa del aborto se espera de él una postura clara a favor de la vida. Católico significa universal. El católico defiende la dignidad humana allí donde se encuentre la humanidad.

¿Qué pasaría si a un católico le preguntaran públicamente qué piensa de la shoa (es decir, del Holocausto) y respondiera diciendo algo así como que una vez estuvo en Alemania y comprobó que el tema estaba muy candente, que había posiciones encontradas, que se plantean cuestiones complejas y que hay que distinguir?
¿Y qué pasaría si ese católico es una monja benedictina, vestida con su hábito, en un plató de la televisión catalana?
Se armaría un revuelo considerable. Y con toda razón.
Ante la realidad de la shoa (1) el espíritu de un ser humano (de un católico, pues los términos aquí deberían coincidir) se encoge y no encuentra palabras, sobrecogido por la vergüenza o por el horror, por la ira o por el deseo de justicia.
En todo caso, no caben medias tintas ni respuestas ambiguas o equívocas. La shoa es un genocidio y, por tanto, lo primero que hay que hacer es condenarlo con palabras fuertes e inequívocas.

Acabo de ver un vídeo del 16 de junio de 2009 en el que se entrevista a Teresa Forcades, una monja benedictina, en la televisión de Cataluña.

Esta mujer de 43 años es hermosa e inteligente, con modales afables y dulces. Su aspecto es atractivo, entre otras razones porque combina el hábito con un aspecto moderno y juvenil.
Es intelectual y autora de varios libros. Habla con aplomo y se define (al menos acepta que la definan y parece complacerle) como activista feminista.
Lanza sus invectivas contra las industrias farmacológicas y denuncia las manipulaciones de los medios en el ámbito de la salud pública.

Hay un momento decisivo en el que le preguntan (para el que lo quiera ver, precisamente en el minuto 30:50):
“Teresa. Del aborto, ¿qué piensa?”. Se trata de una pregunta muy amplia, pero que va al fondo de la cuestión. No se plantea un caso ni se determina una perspectiva: legal, médica, ética, sociológica, psicológica. Sencillamente se pretende que diga cuál es su opinión sobre el tema.

¿Y qué responde Teresa Forcades? Que cuando fue a Estados Unidos en el año 1992 vio una sociedad que estaba dividida y enfrentada, entre los pro life y los pro choice.
Que le impactó la noticia de que un ginecólogo había sido asesinado por uno grupo extremista provida.
Que hay que distinguir la vida independiente, la de cualquier ciudadano, de la vida dependiente en el seno de la madre. Es a ella, a la madre, a quien se ha confiado la vida del feto. Es ella quien responde y, por tanto, quien decide.

Así es como, en resumidas cuentas, esta monja benedictina expresa su opinión sobre el aborto.
Y el entrevistador se maravilla de su sensatez y de su apertura mental. Nada que ver con la recalcitrante y retrógrada postura de la Conferencia Episcopal Española, obstinada en sus campañas contra el aborto y en compararlo con el exterminio de los linces.

Teresa Forcades, has quedado enredada en un feminismo y la vista se te ha enturbiado. Tu corazón de mujer habría tenido que reaccionar de otra manera. Era la ocasión de denunciar la actividad diabólica de las industrias de la muerte, por lo menos con la misma fuerza con que has criticado la acción de las empresas farmacéuticas que juegan con la salud de las personas. No sólo has perdido esa ocasión, has hecho algo mucho peor: causar un escándalo. Tu opinión no contrasta con las políticas sociales de la Conferencia Episcopal sino con el magisterio de la Iglesia.


(1) Se calcula el exterminio de 6 millones de judíos, aparte de unos 800.000 gitanos, 4 millones de prisioneros de guerra soviéticos o víctimas de la ocupación (fueron también objeto de exterminio sistemático), polacos e individuos calificados de asociales de varias nacionalidades (presos políticos, homosexuales, discapacitados físicos o psíquicos, delincuentes comunes, etc.).

Ciao.

http://lourdes-lojeda.blogspot.com/2011/09/teresa-forcades-una-benedictina.html

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