miércoles, 26 de octubre de 2011

Cantidad de vida - Calidad de vida



La vida, la cantidad de vida y, principalmente la calidad de vida, está siempre, y ahora más que nunca, en peligro.

La economía actual de producción y consumo, condicionan la ética de la vida y de la convivencia. La ética ecológica y contemplativa, que hermana al hombre con la naturaleza y por medio de esta, a los hombres entre ellos mismos, ha de condicionar la economía.


No creo que el liberalismo tenga respuesta ni sea una salida válida a este reto histórico, o sea, que haya unos cuantos más fuertes y opulentos, para que caigan más migajas al suelo, debajo de la mesa donde los pobres Lazaros malvivan y mueran con las sobras avaras y sórdidas del rico Epulón. No confundamos calidad de vida con sociedad de bienestar.


Nos interesa no sólo una posibilidad de vida básica con las mínimas y primarias necesidades cubiertas, sino una vida de calidad para todos, que incluya todo lo que puede llamarse bioética, con el hombre en el centro como eje: mejora del trabajo y de las condiciones laborables, humanización de la vida urbana, disminución de las burocracias y papeleos, nueva política de vacaciones y de entretenimiento, del tiempo libre o del ocio, aislamiento de ruidos y ampliación del espacio, menos esclavitud del reloj y del calendario, protección de la naturaleza, etc.…

La meta de la calidad de vida intentará siempre ofrecer a los más posibles y por largo tiempo, las condiciones de vida correspondientes a la dignidad humana.
La lectura de la realidad, cruda y triste, de la muerte de tantos momentos vitales, no termina en la tumba. La abundante vida divina, es nuestra meta. Esencialmente. La lectura de la realidad desde la utopía, desde la Resurrección, nos devuelve la vida como don ya imperdible y como sacramento a celebrar conservándola y derramándola para los otros.


La resurrección de cristo, la pascua, es la realidad definitiva de la mejor vida (“ha pasado a mejor vida”, decimos cuando uno muere) y “toda resurrección” todo gramo de vida de calidad, es ahora sacramento de la resurrección, signo y realidad de la resurrección, pues la significa y la realiza.
Recobremos hoy el sentido de la resurrección. Hagámosla y formulémosla. ¿Qué sería de la fe sin las “traducciones” que la hacen inteligible al hombre de Hoy?

El cristo redentor ha venido a abrir una brecha a nuestros límites, ha explicado una nueva manera de existencia. Nos enseña el camino: no adoptando otra vida, sino adoptando una cierta calidad de esta vida. Cada uno de nuestros actos, liberadores y creadores, explica el alcance de la obra redentora, de cruz y resurrección. Cristo es viviente cada vez que aportamos alguna cosa nueva a la misma manera de vivir.


La resurrección no es un dogma que haga inútil la creación o nos aliene de la vida social; lleva las entrañas semillas revolucionarias. Concebimos el reino de Dios no como “otro” mundo, en el espacio y en el tiempo, sino como un mundo otro, cambiante y cambiado por nuestro propio esfuerzo.


El Apocalipsis (21,1) no dice que la tierra será sustituida por el cielo, sino que vendrán un cielo nuevo y una tierra nueva. No se trata de dar la espalda a la tierra para ir al cielo, ni dejar el tiempo a favor de la eternidad. La escatología no consiste en declarar: “he aquí que todo se acabará”; sino en proclamar: “mañana puedo ser diferente”. La recreación permanente de una vida nueva, de una vida de calidad es un acto esencial del hombre y del creyen

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